Los días 3 y 4 de diciembre de 2012 quedarán marcados para siempre en la memoria del endurista Ricardo Alejandro Gunn, de 61 años. Este veterinario, que se dejó seducir por los inconmensurables paisajes de Tafí del Valle, se perdió durante 21 horas en las entrañas de los cerros y vivió una experiencia que espera no repetir, jamás. "Cuando me encontraron y por los rostros de mis amigos, me di cuenta que ya me habían dado por muerto. Creyeron que había tenido un accidente", confesó.

Para Gunn, la aventura arrancó el pasado domingo a la mañana. "Salimos un grupo de seis enduristas con la idea de unir el Valle de Tafí con Tolombón, en Salta. Pero por algunos inconvenientes, como pinchaduras, nos demoramos y después del mediodía decidimos retornar. Volvíamos en formación de abanico por los cerros cuando en un abrir y cerrar de ojos nos apareció la niebla", contó.

Recuerda que como casi no se veía, sólo se guiaban por las luces de las motos de sus compañeros hasta que se produjeron los minutos que desencadenaron el mal trago. "Aparentemente tomé una senda equivocada, que tenía huellas de paso de motos. Continué bajando hasta que no escuché más el sonido de las máquinas de mis compañeros. Cuando me percaté, detuve la marcha y todo fue silencio", dijo.

Gunn señala que el primer reflejo que tuvo fue mirar la hora. Eran las 17. En ese momento, añadió, decidió que debía tomar una decisión y no dudó. Buscó un lugar para resguardarse y pasar la noche. Halló una suerte de cueva y una vez allí repasó con qué alimentos contaba. A su favor tenía un sanguche de jamón y queso, una barra de chocolate y un cuarto de una bebida gaseosa. En su contra, le faltaban fósforos o un encendedor, ni tampoco había llevado una linterna.

"Pensé en beber mi orina"
"Decidido a pasar la noche, pensé que no debía dormir hasta el amanecer por temor a morir de hipotermia. Sólo descansé una hora, profundamente, hasta que se hizo la oscuridad total. Dividí mis raciones y a cada hora me paraba, comía algo y me movía para alejar al sueño. Así, hasta las primeras luces del día. Con el amanecer renacieron mis esperanzas", remarcó.

Cerca de las 6, ya de día, se dio cuenta que estaba en medio de un cañadón. Su única salida era buscar la cima, a cualquier precio. Arrancó su moto, recordó, pero casi al mismo tiempo se nubló, lo envolvió un fuerte viento, llovió y hasta granizó. "No me quedó otra opción que buscar un nuevo refugio y esperar", dijo. Así estuvo un largo tiempo hasta que tomó conciencia que orinaba más que lo que recuperaba de líquido. "Me acordé lo que vi en un programa de TV sobre supervivencia y no lo dudé. Comencé a guardar lo que orinaba en la botella de plástico que había llevado y ya estaba vacía. Si no me quedaba otra opción que tomar ese líquido, estaba decidido a hacerlo", confesó.

Sonidos milagrosos
Cuando aún el cielo estaba teñido de gris oscuro y presagiaba una nueva lluvia, Gunn contó que escuchó sonidos de motor y que alguien gritaba su nombre. "No podía creerlo. Respondí y ahí me di cuenta que se trataba de mis cinco amigos, quienes habían retornado a Tafí del Valle por provisiones y se internaron de nuevo en las alturas para buscarme. Les hice señales con el flash de mi cámara de fotos y me ubicaron. Cuando nos encontramos, fue pura emoción. Soy para ellos el abuelo del grupo", relató.             
 
En segundos, compartió alimentos y líquido para recuperar fuerzas. En ese instante, le informaron que se encontraba a 4.300 metros sobre el nivel del mar. "Luego del encuentro, lo más hermoso fue abrazarme con mi familia en el puesto de El Infiernillo, sobre la ruta 307. Mi esposa y mis cinco hijos estuvieron muy angustiados. No le deseo esta experiencia a nadie. De todos modos, agradezco la solidaridad de todos los que se movilizaron, tanto conocidos como anónimos, que se preocuparon", expresó. LA GACETA ©